Cortas, largas, lisas, estampadas, desiguales… Hay pocas piezas de tu armario tan versátiles como las faldas. Sus infinitas formas, larguras, tejidos, colores o estampados permiten que, bien combinadas, puedan llevarse durante todo el año. Aunque algunos modelos sean más apropiados para el verano, con unos sencillos toques podrás utilizar muchos otros para sorprender en cualquier momento.

Igual que los abrigos son para el invierno, algunas prendas es mejor guardarlas y despedirnos de ellas hasta el año que viene. Otras, en cambio, podemos conservarlas mientras nos aguante el bronceado.

¡CUIDADO CON LAS MEZCLAS, NO TODO VALE!

La temporada anterior ha venido marcada por algunas formas y colores en las faldas. Los tonos flúor en minis de tubo pueden parecer los más complicados de sobrevivir al otoño, pero si los combinas con colores sólidos y medias tupidas conseguirás alegrar el comienzo del curso manteniendo los colores estivales.

Los tonos pastel en tejidos vaporosos y larguras por la rodilla o más abajo, por ejemplo, son más sencillos de combinar que los anteriores. Con prendas más abrigadas en los mismos tonos y botas en crudos o camel te darán un toque boho-chic estupendo.

Las asimetrías y los estampados son algo más complicadas, llévalas siempre conjuntadas con algo liso en uno de los tonos más discretos del estampado y mucho cuidado con las estridencias. La línea entre lo atrevido y sorprendente y lo hortera y recargado, ¡a veces es muy fina! Encajes y paillettes se mantienen, sobre todo para la noche y buscando la sobriedad. Los plisados con camisas en tonos nude o pastel suavizarán la transición a los colores otoñales. Las faldas por encima de la rodilla y con vuelo pueden tener su toque divertido con unos calcetines hasta la rodilla, sin disfrazarte de colegiala, o bien con unos botines en tonos oscuros que le den a tu outfit un aire más urbano.

Sigue estos consejos teniendo siempre en cuenta las tendencias de la temporada y no caigas en mezclas extrañas, recuerda: menos es más.